EN EL
REINODE DIOS TODO EMPIESA PEQUEÑITO.
Iluminación: Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la
tierra, porque has revelado los misterios del Reino a la gente sencilla. (Cfr Mt 11, 25)
Jesús es el sembrador del Reino.
En aquel
tiempo, Jesús dijo: “¿A qué se parece el Reino de Dios? ¿Con qué podré
compararlo? Se parece a la semilla de mostaza que un hombre sembró en su
huerta; creció y se convirtió en un arbusto grande y los pájaros anidaron en
sus ramas”.
Y dijo de
nuevo: “¿Con qué podré comparar al Reino de Dios? Con la levadura que una mujer
mezcla con tres medidas de harina y que hace fermentar toda la masa”. (Lc 13, 18-21)
Jesucristo dio a la Iglesia los
medios para hacer que el Reino crezca en nuestra vida: La Palabra de Dios,
escuchada, guardarla y obedecida; la Oración, íntima , cálida y extensa, es
decir permanente; La liturgia, especialmente los Sacramentos de la Confesión y
la Eucaristía; La práctica de las Virtudes y el Apostolado que se manifiesta en
el servicio. “Cultiva y protege” tu jardín (Gn 2, 15)
¿A qué se
parece el Reino de Dios? ¿Con qué podré compararlo?
En el Reinado de Dios hay que saber
que todos somos iguales en dignidad. Vales por lo que eres y no por lo que
tienes. Hay que reconocer que los otros te pertenecen, son tu familia, son tus
hermanos. Quiere y acepta para ellos todo lo bueno que quieres para ti (Mt 7,
12) Carga con sus debilidades y necesidades (Rm 15, 1) Y sobre todo reconoce
que son personas valiosas, importantes y dignas, al igual que lo eres tú. En el
Reino de Dios nadie es copia ni títere de otros, como tampoco puedes hacer lo
que te da la gana, hay que hacer la voluntad de Dios. Y nadie vive para sí
mismo, no hay lugar para el individualismo. Como tampoco se cree en la buena o
en la mala suerte, se cree en Jesucristo, el Hijo de Dios, Salvador, Maestro y
Señor. En el Reino hay respeto mutuo y amor recíproco.
La fe viene de lo que se escucha y se
obedece.
Para entrar y crecer en el Reino de
Dios hay tres etapas: la iluminación, la separación y la ornamentación (Gn 1, 1-
25) El Anuncio que hay que creer para celebrarlo, (la iluminación) rompiendo
con el pecado, (la separación) guardar los mandamientos y practicar las
virtudes (la ornamentación): Anuncio, Culto y Moral, inseparables uno del otro.
(Mt 4, 17; Mt 7, 21- 23; Mt 25, 35- 40; Jn 13, 34- 35) Y pide para guardarlos hay
que tener una “Fe sincera, un corazón limpio y una conciencia recta” (1 de Tm
1, 5)
La semilla del Reino es la Palabra de
Dios,
La Palabra de Dios es la semilla del
Reino, semilla que nos embaraza y nos lleva al nuevo Nacimiento para que Cristo
nazca en nuestro corazón. Lo que equivale a morir al pecado para nacer para
Dios. (Jn 1,11- 12) Para morir hay que nacer, y para crecer hay que vivir. El
Reino crece en un vivir muriendo, dando muerte al pecado para vivir para Dios.
(Gál 5, 24) Palabra que se tiene que cultivar y que se tiene que proteger (Gn
2, 15)
¿Cuándo
llegará el Reino de Dios?
La respuesta de Jesús es muy
ilustrativa: “No llega aparatosamente.” Llega hasta en el silencio de la noche.
Sin ruidos, sin escándalos, sin música de mariachis o tamborazos, sin grandes
mitotes, sin lujos y sin esplendor. Los pastorcitos encontraron a Jesús
envuelto en pañales y recostado en un pesebre, pobre, sencillo y humilde. ( Lc
2, 16) Sus paisanos no creyeron en Jesús porque lo vieron pobre y sin títulos.(
Lc 4, 29) El buen ladrón lo encontró crucificado y a punto de expirar. Le dijo:
“Hoy estarás conmigo en el Paraíso.” (Lc 23, 43)
Pablo lo describe pobre, humilde y
manso: "Pues conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual,
siendo rico, por vosotros se hizo pobre a fin de que os enriquecierais con su
pobreza."(2 Cor 8, 9) Y en la carta a los Filipenses nos dice: "El
cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios.
Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose
semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a
sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz."(Flp 2. 6- 8)
Nació pobre, vivió pobre y murió pobre.
La semilla
de mostaza, nace y crece hasta convertirse en un árbol grande para luego
hacerse pequeño, es decir, pobre, humilde y manso de corazón para servir a
todos, a eso Jesús nos dijo: “No tengas miedo pequeño rebaño, que a mi Padre le
ha parecido daros el Reino”. (Lc 12, 32) “Dónde dos o tres están reunidos en mi
Nombre, ahí estoy yo en medio de ellos (cf Mt 18. 20) En medio de una gran
multitud de gente creyente, hay un “pequeño resto fiel” que es fiel a su
Maestro, a su Palabra, a su Mensaje y a su Obra.
A este
resto fiel lo compara con la levadura nueva llamada a ser luz de las naciones.
(Mt 5, 13)
Y dijo de nuevo: “¿Con qué podré comparar al Reino
de Dios? Con la levadura que una mujer mezcla con tres medidas de harina y que
hace fermentar toda la masa”. Una pequeña porción de levadura hace fermentar
toda la masa. Pablo nos habla de esta levadura:
¡No es como para gloriaros! ¿No sabéis que un poco de levadura fermenta toda la
masa? Purificaos de la levadura vieja, para ser masa nueva; pues sois ázimos.
Porque nuestro cordero pascual, Cristo, ha sido inmolado. Así que, celebremos
la fiesta, no con vieja levadura, ni con levadura de malicia e inmoralidad,
sino con ázimos de pureza y verdad. (1 de Cor 5, 6- 8) Pablo hace referencia al
Nuevo Nacimiento, a nacer de lo Alto, por la Gracia de Dios y respuesta
nuestra, para recibir el Perdón, la Paz, la Resurrección y el don del Espíritu
Santo.
El Nuevo
Nacimiento de Juan es para Pablo el paso de la muerte a la vida, del pecado a
la Gracia, del hombre viejo al hombre Nuevo, Jesucristo Resucitado. (Ef 4, 23-
24)
Como hombres
nuevos caminemos con la túnica puesta y con las lámparas encendidas (cf Lc 12,
35) Conducidos por el Espíritu de Cristo (Rm 8, 14) Hacía la Plenitud de Dios
(Col 2, 9) Y compartir con Cristo la Herencia de Dios (R, 8, 17)
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